Por Orlando Verna/Escenario
Su amabilidad sorprende, no porque deba ser lo contario, sino porque con una inmensa disponibilidad, luego de bajar de un avión que la llevó de San Pablo a Bahía y con un resfrío que la tiene con la nariz goteando, Daniela Mercury cuenta cómo se asoció al manifiesto antropofágico del modernismo brasileño con la Tropicalia y cómo todas esas ideas fueron a parar a “Canibalia”, un espectáculo que arribará por segunda vez a Rosario, el sábado próximo en el Anfiteatro Municipal. Sobre la ciudad, su trabajo social y su fórmula de alegría para atender a los problemas habla en esta entrevista.
—¿Cuándo tuvo contacto con las ideas del manifiesto, de la Tropicalia, por primera vez y cómo entró en su vida?
—Con 15 años comprendí lo que había pasado y su significado. Pero con 10 años estudiaba baile y mi profesora hacía improvisaciones con temas como “Prohibido prohibir” y otros temas tropicalistas. Luego tuve más contacto con la Tropicalia, ya cantando, y puede entender lo que había pasado en los años 20 y sobre todo en 1928 con el manifiesto de Oswald de Andrade.
—¿Y cuando pensó que esas ideas tenían que ver con usted?
—También hice teatro. Tengo una canción llamada “Geléia geral” que grabé en mi primer disco y con él hice un trabajo de teatro de calle, vivenciando la canción. Y quedé con un contacto muy íntimo con ese discurso porque ese texto siguió al manifiesto antropofágico y salió como música en el primer disco del movimiento tropicalista. Y lo grabé (recita completa la letra de la canción). Y comprendí que todas esas metáforas sobre el carnaval, “tupi or not tupi” y la valorización de la cultura popular, se asociaban a mi pensamiento, porque adoro la danza popular. Que luego voy mezclando con otras manifestaciones, sobre todo con el rock con el que me relacioné mucho también. Es un universo musical enorme.
—¿Así es “Canibalia”, una mezcla de culturas?
—Sí, porque “Canibalia” es un manifiesto de confraternización. Soy una artista que hago cuestionamientos, intento ser provocativa. Porque en la época de la Tropicalia había dictadura, problemas con la libertad de prensa, de censura, de exilio, y la modernidad de su música quiso, junto a una generación con Woodstock, Bob Marley, Rolling Stones, Hendrix, Janis Joplin, dar cuenta de una generación tan importante e inquieta de la historia de la música. Una inspiración que fue pasando de generación en generación, que por un lado es interesante y por el otro lado es poco.
—Usted dice que “Canibalia” es una provocación, ¿cómo materializa ese desafío?
—Lo es, siguiendo el sentimiento de comer el mundo, comer la cultura, continuar comiéndola. Es una provocación sobre la libertad, porque se perdió la noción de libertad, porque el sistema comenzó a oprimir más y más. Y empezó a hacer músicas cada vez más pasteurizadas, más planas. Y bien, cómo hacemos para ocupar ese lugar de honor en la música popular de nuestros países. En Brasil se empezó a hacer música con menos sonoridad, hay una profusión de copias, con una piratería asumida en internet. Vivimos en un mundo de mucha cosa parecida. Y creo que es una lástima. Por eso hacemos un espectáculo con claras referencias a los que es propio. No quiero utilizar un tono de reclamo, no es mi intención. Sólo quiero que despertemos para elegir lo que queremos. Creo que todavía tenemos la oportunidad de escoger muchas cosas lindas. No hay que acostumbrarse con esas cosas.
—Usted afirmó que por donde pasa algo queda en su persona y en sus shows, ¿qué le quedó de Rosario?
—Rosario me hizo acordar no sé por qué a una mezcla de Parati, Río de Janeiro y Florianópolis (risas). Creo que más parecida a la última. Todos lugares hermosos. Quedé encantada con los parques, con el agua, con la arquitectura, con la riqueza de formas de la ciudad, con la naturaleza. Sentí un gran bienestar. Quedé con ganas de volver a Rosario pero para pasar unos días de vacaciones. Fue una gran sorpresa y me impactó el río Paraná. Y me hizo a acordar a esas otras ciudades. Me sentí protegida por una ciudad que respira arte.
—Usted trabaja con su instituto Sol da Liberdade y con la Caravana da Música en proyectos sociales. ¿Qué cree que no puede esperar?
—No puede esperar la calidad de la educación en Brasil, en el sentido humano, social, político. El instituto y la caravana fueron creados por mí para ayudar a que, con clases, el arte sirva de punto de apoyo, de desarrollo de los chicos. El arte sirve para que nuestras almas hagan contacto con el mundo. Es para que, además de matemática, portugués o ciencias sociales, el arte constituya una herramienta para mejorar la calidad de la escuela en Brasil. Queremos estimular el trabajo en las aulas como un todo ofreciendo nuestros profesores en música, danza, artes plásticas, circo. Y no sólo los alumnos, todos los profesores participan de un curso de tres días con contenidos de arte, deporte, con el objetivo de reflexionar sobre la calidad de la escuela. Es un gran trabajo en pos de la ciudadanía. Es mi forma de contribución a través del arte. Además de lo que he podido contribuir con mis shows. Para cambiar todas esas cosas hace falta más libertad, más sinceridad y sobre todo más coraje.
—Al final del show del año pasado usted pidió “alegría”, ¿cree que con alegría se solucionan estos problemas?
—(Se ríe) La alegría nos recuerda que nacemos para superarnos. La alegría es preciosa, ilumina, nos impulsa. Obviamente no solucionará nuestros problemas, pero como dice un poeta brasileño, es lo mejor de nosotros. Por eso los shows pretenden ser un momento de arte, de ritmo, para celebrar, porque la vida es difícil. Hoy la alegría es más rara que la tristeza.
—¿Cuándo tuvo contacto con las ideas del manifiesto, de la Tropicalia, por primera vez y cómo entró en su vida?
—Con 15 años comprendí lo que había pasado y su significado. Pero con 10 años estudiaba baile y mi profesora hacía improvisaciones con temas como “Prohibido prohibir” y otros temas tropicalistas. Luego tuve más contacto con la Tropicalia, ya cantando, y puede entender lo que había pasado en los años 20 y sobre todo en 1928 con el manifiesto de Oswald de Andrade.
—¿Y cuando pensó que esas ideas tenían que ver con usted?
—También hice teatro. Tengo una canción llamada “Geléia geral” que grabé en mi primer disco y con él hice un trabajo de teatro de calle, vivenciando la canción. Y quedé con un contacto muy íntimo con ese discurso porque ese texto siguió al manifiesto antropofágico y salió como música en el primer disco del movimiento tropicalista. Y lo grabé (recita completa la letra de la canción). Y comprendí que todas esas metáforas sobre el carnaval, “tupi or not tupi” y la valorización de la cultura popular, se asociaban a mi pensamiento, porque adoro la danza popular. Que luego voy mezclando con otras manifestaciones, sobre todo con el rock con el que me relacioné mucho también. Es un universo musical enorme.
—¿Así es “Canibalia”, una mezcla de culturas?
—Sí, porque “Canibalia” es un manifiesto de confraternización. Soy una artista que hago cuestionamientos, intento ser provocativa. Porque en la época de la Tropicalia había dictadura, problemas con la libertad de prensa, de censura, de exilio, y la modernidad de su música quiso, junto a una generación con Woodstock, Bob Marley, Rolling Stones, Hendrix, Janis Joplin, dar cuenta de una generación tan importante e inquieta de la historia de la música. Una inspiración que fue pasando de generación en generación, que por un lado es interesante y por el otro lado es poco.
—Usted dice que “Canibalia” es una provocación, ¿cómo materializa ese desafío?
—Lo es, siguiendo el sentimiento de comer el mundo, comer la cultura, continuar comiéndola. Es una provocación sobre la libertad, porque se perdió la noción de libertad, porque el sistema comenzó a oprimir más y más. Y empezó a hacer músicas cada vez más pasteurizadas, más planas. Y bien, cómo hacemos para ocupar ese lugar de honor en la música popular de nuestros países. En Brasil se empezó a hacer música con menos sonoridad, hay una profusión de copias, con una piratería asumida en internet. Vivimos en un mundo de mucha cosa parecida. Y creo que es una lástima. Por eso hacemos un espectáculo con claras referencias a los que es propio. No quiero utilizar un tono de reclamo, no es mi intención. Sólo quiero que despertemos para elegir lo que queremos. Creo que todavía tenemos la oportunidad de escoger muchas cosas lindas. No hay que acostumbrarse con esas cosas.
—Usted afirmó que por donde pasa algo queda en su persona y en sus shows, ¿qué le quedó de Rosario?
—Rosario me hizo acordar no sé por qué a una mezcla de Parati, Río de Janeiro y Florianópolis (risas). Creo que más parecida a la última. Todos lugares hermosos. Quedé encantada con los parques, con el agua, con la arquitectura, con la riqueza de formas de la ciudad, con la naturaleza. Sentí un gran bienestar. Quedé con ganas de volver a Rosario pero para pasar unos días de vacaciones. Fue una gran sorpresa y me impactó el río Paraná. Y me hizo a acordar a esas otras ciudades. Me sentí protegida por una ciudad que respira arte.
—Usted trabaja con su instituto Sol da Liberdade y con la Caravana da Música en proyectos sociales. ¿Qué cree que no puede esperar?
—No puede esperar la calidad de la educación en Brasil, en el sentido humano, social, político. El instituto y la caravana fueron creados por mí para ayudar a que, con clases, el arte sirva de punto de apoyo, de desarrollo de los chicos. El arte sirve para que nuestras almas hagan contacto con el mundo. Es para que, además de matemática, portugués o ciencias sociales, el arte constituya una herramienta para mejorar la calidad de la escuela en Brasil. Queremos estimular el trabajo en las aulas como un todo ofreciendo nuestros profesores en música, danza, artes plásticas, circo. Y no sólo los alumnos, todos los profesores participan de un curso de tres días con contenidos de arte, deporte, con el objetivo de reflexionar sobre la calidad de la escuela. Es un gran trabajo en pos de la ciudadanía. Es mi forma de contribución a través del arte. Además de lo que he podido contribuir con mis shows. Para cambiar todas esas cosas hace falta más libertad, más sinceridad y sobre todo más coraje.
—Al final del show del año pasado usted pidió “alegría”, ¿cree que con alegría se solucionan estos problemas?
—(Se ríe) La alegría nos recuerda que nacemos para superarnos. La alegría es preciosa, ilumina, nos impulsa. Obviamente no solucionará nuestros problemas, pero como dice un poeta brasileño, es lo mejor de nosotros. Por eso los shows pretenden ser un momento de arte, de ritmo, para celebrar, porque la vida es difícil. Hoy la alegría es más rara que la tristeza.
Fuente: LaCapital.com.ar
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