Estaba conversando con el amigo Gustavo de Uruguay, por una fotografía que mostraba... Recordaba y sabía algo, pero no lo suficiente. Daniela no solo es música, no me canso de decir que es "arte", eso y más. En este CD "Canibália" parte de su iconografía está inspirada en el pintor y escultor nacido en la Argentina, pero atrapado por Bahía: Carybé. Veamos un poco de quien fue este gran artista.
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Rescate del argentino-brasileño Héctor Julio Paride Bernabó
Carybé, el artista mulfacético de América Latina
Pintor, dibujante, escultor, grabador, muralista, periodista, escritor, músico, director de arte en el cine, Carybé era un multimedia. Investigador de la cultura negra en Brasil, fue también capoeirista y Obá de Xangô (ministro de una religión afrobrasileña).
Del 07.09.2009
Por Carlos Silva Miranda
El año 2009 ha sido de profundo rescate de la vida y la obra del artista plástico argentino-brasileño Carybé (Héctor Julio Paride Bernabó), muerto en Salvador, Bahía, en 1997. En diciembre, será inaugurado, en esta ciudad, el Instituto Carybé, institución que según la hija del artista, Solange Bernabó, tiene como objetivos estudiar y difundir su acervo, producir seminarios, películas y libros. Funcionará en la casa donde vivió , en Medeiros Neto Nº 9, Barrio de Brotas.
El revival de la obra de Carybé empezó con la publicación, en marzo, por la Cámara Provincial de Bahía, del libro biográfico Carybé, de los periodistas bahianos José de Jesus Barreto y Otto Freitas. Otro libro, homónimo, organizado por Bruno Furrer, con introducción del escritor Jorge Amado y textos del propio Carybé, de la crítica de arte Lidia Besouchet y del pintor José Claudio Silva, ampliamente ilustrado con fotografías de sus obras y publicado en 1989, fue reeditado por la Fundación Emilio Odebrecht.
Entre el 23 de abril y el 30 de julio fue realizada una gran muestra de su producción en el Museo de Arte Moderno de Salvador. Y el 25 de julio se inauguraron, en el Aeropuerto Internacional de Miami, sus murales “Alegría y fiesta de las Américas” y “Descubrimiento del oeste”. Las obras, con 5,5 metros de altura por 15,5 metros de ancho, llevaron dos años de restauración, con un costo de dos millones de dólares. De acuerdo con uno de los directores de la compañía, Gilberto Sá, ahora podrán ser vistas por millones de pasajeros.
Instalados inicialmente en el aeropuerto John F. Kennedy (JFK), en Nueva York, en 1960, por motivos de reforma, los murales fueron retirados y olvidados en un depósito en el Bronx. Dos admiradores, un americano y una brasileña, contactaron a la Odebrecht, que los rescató. Tanta reverencia e interés de los brasileños por la creación carybeana se debe a la calidad e importancia de su trabajo y al hecho de que pocos artistas plásticos retrataron como él la cultura bahiana.
Pintor, dibujante, escultor, grabador, muralista, periodista, escritor, músico, director de arte en cine, Carybé era un artista multimedia. Investigador de la cultura negra en Brasil, fue también capoeirista –practicante de una danza y lucha afrobrasileña– y Obá de Xangô –ministro del Candomblé, una religión afrobrasileña. Sus obras están esparcidas por plazas, edificios, monumentos, colecciones particulares y museos en todo el mundo, como en el Museum of Modern Art (MoMA), en Nueva York; el Hermitage, en Leningrado, Rusia; el Rade, en Hamburgo, Alemania; y en la colección de la casa real inglesa, en Balmoral Castle Aberdeen, en Escocia.
El crítico Córdova Iturburu, en su libro 80 años de pintura argentina, sitúa a Carybé en el grupo del realismo social, del cual forman parte los artistas Juan Carlos Castagnino, Antonio Berni, Mario Miguel Mollari, entre otros. Pero el propio Carybé rechazó esta clasificación. Contrario a la politización del arte, señaló que sus influencias fueron su hermano Arnaldo Bernabó, Gauguin, Van Gogh, Modigliani y Grosz. Y se declaró volcado hacia los íconos del alma amerindia y mestiza, pero no cree en el arte revolucionario. Son pescadores, vaqueros, capoeiristas, prostitutas, marineros, la gente humilde, los que él inmortaliza en sus creaciones, utilizando técnicas y materiales variados, como óleo sobre tela, concreto, cerámica, madera, tinta, xilograbado, acuarelas y bronce. “Elegí un camino y estoy en él hasta ahora: indio, negro, América del Sur, gente, bichos, luces. Yo nunca quise espantar a nadie”, explica Carybé.
La vida del artista está marcada por la aventura y por la capacidad de entregarse a los significados de las realidades que describe. Nacido en Lanús, en 1911, a los seis meses emigró a Génova y de allí para Fivizzano, tierra de su padre, Enea, en Italia. Vivió en Roma, pero con la crisis de posguerra, los Bernabó fueron a Río de Janeiro, en 1919, donde vivieron una década.
De acuerdo con Solange Bernabó, es de esta vivencia que él asume el sobrenombre de Carybé, nombre de un pez común en Amazonia. El apodo surgió en el club de fútbol Flamengo, donde se aventuró como jugador en las inferiores. En Río concluyó sus estudios secundarios e ingresó en la facultad de Bellas Artes, donde cursó dos años.
Los estudios en la universidad y la experiencia adquirida en el taller de dibujo y cerámica del hermano Arnaldo le dieron bases para comenzar su jornada. En 1929, en plena crisis económica mundial, la familia Bernabó ocupó un departamento en la calle Ugarteche 3050, en Palermo. Trabajó pintando paneles y haciendo serigrafía, mientras planeaba su viaje. Se hizo cantor de tango y panderista en el grupo de la cantante brasileña Carmen Miranda, en la radio Belgrano.
Se dedicó al periodismo, entre 1930 y 1949, y trabajó en los diarios Noticias Gráficas, El Diario, Pregón, Crítica y La Nación, y casi en una decena de revistas, entre ellas Cinegraf, Billiken y Libertad Creadora.
Cuando decidió afincarse en Salvador, en 1950, ya era un artista plástico y periodista reconocido en la Argentina. Había ilustrado una serie de libros, entre ellos una traducción de Julio Cortázar para Robinson Crusoe, del inglés Daniel Defoe.
Cuatro años después recibió el primer premio del XXIX Salón de Acuarelistas y Grabadores, en la galería Witcomb. Creó, con Gertrudis Chale, Luis Preti y Raúl Brié, el Grupo Salta, que reunió a artistas preocupados por el sentimiento latinoamearicano. El Grupo Salta iba a contramano de otros agrupamientos artísticos argentinos, interesados en tendencias europeas en boga. Carybé emprendió, entonces, algunos viajes de estudio al Uruguay, Bolivia, Perú y gran parte del territorio brasileño, donde se inspiró para su obra posterior.
Además, en esta época, se desempeñó como guionista y director de documentales para el Instituto del Cine Argentino. Esa experiencia lo llevó a incursionar, posteriormente en Brasil, en el filme O Cangaceiro, de Lima Barreto, y en otras producciones, como Pesca do Xaréu, junto al cineasta Alexandre Robatto.
De su comportamiento gregario y de las relaciones con artistas e intelectuales brasileños surgió la invitación para ir a Río de Janeiro y fundar el Diário Carioca y, posteriormente, trabajar en el Tribuna da Imprensa. En estos tiempos, se casó con la argentina Nancy Bailey, con quien tuvo dos hijos: Ramiro, que nació en Buenos Aires, y Solange, en Salvador.
Carybé era buen lector y escribía bien. Sus escritos, que incluyen más de una veintena de libros –la mayoría ilustrados–, están salpicados de referencias a Dante Alighieri, Antonio Machado, Federico García Lorca y Pablo Neruda. Tal vez por esa razón, los literatos también lo reverenciaron. El cubano Xesús Lorenzo Varela le escribió “Versos de ciego para un pintor sonoro”, el brasileñoVinicius de Moraes y el español Rafael Alberti escribieron, ambos, “Carybé”, poemas homónimos que destacan los elementos universales de la obra del pintor. Jorge Amado le dedicó una canción de capoeira. Y la literatura le posibilitó dos reencuentros fundamentales con Brasil. El primero fue Macunaíma, libro que intenta descifrar el alma brasileña, de autoría de Mario de Andrade, uno de los pilares del modernismo literario en el país. Carybé se encantó con el libro, intercambió cartas con Mario, lo tradujo junto a Brié y también lo ilustró.
El segundo encuentro le indicaría dónde debería clavar su base existencial, de labor y encontrar dos amistades por el resto de su vida. En 1935, Jorge Amado lanza Jubiabá, su cuarta novela, que es leída en Francia por el etnógrafo y fotógrafo Pierre Verger y, en la Argentina, por Carybé. Años después, los tres se encuentran en Bahía y se hacen amigos inseparables.
Carybé apadrina a la hija de Jorge Amado y pasa a ilustrar los libros del autor bahiano, incluso una reedición de Jubiabá. Es ésta una de las facetas más importantes del trabajo del artista y contempla decenas de libros de autores brasileños y latinoamericanos, como Gabriel García Márquez, Pablo Neruda y Mario Vargas Llosa.
Si Bahía era el atracadero y el sustrato social, la materia prima para sus composiciones artísticas, Brasil se convirtió en el espacio sustancioso para sus obras. Una vez instalado, Carybé, con los artistas Jeenner Augusto, Mario Cravo Junior y Carlos Bastos, transformó profundamente el panorama de las artes plásticas en la provincia, entre las décadas de 50 y 60. Carybé eterniza Bahía con sus trazos y los bahianos lo imortalizan como hijo dilecto, proyectan su nombre para Brasil y el mundo. Por esa razón, ya en 1957, obtiene la ciudadanía brasileña.
Dos hechos explican esta fascinación simbiótica. Cuando la reina de Inglaterra, Elizabeth II, visita Bahía, el gobierno de la provincia elige un cuadro de Carybé como legítima representación del “espíritu de la tierra” para regalarle. En 1988, se construye en San Pablo el Memorial de América Latina. El arquitecto Oscar Niemeyer, que lo proyectó, invita a Carybé para crear murales sobre los pueblos afros, ibéricos y los libertadores.
Su hija Solange lo define como una figura dulce, con buen humor y obsesivo con el trabajo. Se calcula que produjo más de 5 mil obras. “Es este acervo –concluyó la heredera– lo que el Instituto pretende catalogar y difundir, incluso para los argentinos contemporáneos, que conocen poco o casi nada de Carybé. Tal vez con eso ayude a la comprensión del hecho artístico que le dio contornos mitológicos en Brasil”.
Fuente: Crítica Digital
Rescate del argentino-brasileño Héctor Julio Paride Bernabó
Carybé, el artista mulfacético de América Latina
Pintor, dibujante, escultor, grabador, muralista, periodista, escritor, músico, director de arte en el cine, Carybé era un multimedia. Investigador de la cultura negra en Brasil, fue también capoeirista y Obá de Xangô (ministro de una religión afrobrasileña).
Del 07.09.2009
Por Carlos Silva Miranda
El año 2009 ha sido de profundo rescate de la vida y la obra del artista plástico argentino-brasileño Carybé (Héctor Julio Paride Bernabó), muerto en Salvador, Bahía, en 1997. En diciembre, será inaugurado, en esta ciudad, el Instituto Carybé, institución que según la hija del artista, Solange Bernabó, tiene como objetivos estudiar y difundir su acervo, producir seminarios, películas y libros. Funcionará en la casa donde vivió , en Medeiros Neto Nº 9, Barrio de Brotas.
El revival de la obra de Carybé empezó con la publicación, en marzo, por la Cámara Provincial de Bahía, del libro biográfico Carybé, de los periodistas bahianos José de Jesus Barreto y Otto Freitas. Otro libro, homónimo, organizado por Bruno Furrer, con introducción del escritor Jorge Amado y textos del propio Carybé, de la crítica de arte Lidia Besouchet y del pintor José Claudio Silva, ampliamente ilustrado con fotografías de sus obras y publicado en 1989, fue reeditado por la Fundación Emilio Odebrecht.
Entre el 23 de abril y el 30 de julio fue realizada una gran muestra de su producción en el Museo de Arte Moderno de Salvador. Y el 25 de julio se inauguraron, en el Aeropuerto Internacional de Miami, sus murales “Alegría y fiesta de las Américas” y “Descubrimiento del oeste”. Las obras, con 5,5 metros de altura por 15,5 metros de ancho, llevaron dos años de restauración, con un costo de dos millones de dólares. De acuerdo con uno de los directores de la compañía, Gilberto Sá, ahora podrán ser vistas por millones de pasajeros.
Instalados inicialmente en el aeropuerto John F. Kennedy (JFK), en Nueva York, en 1960, por motivos de reforma, los murales fueron retirados y olvidados en un depósito en el Bronx. Dos admiradores, un americano y una brasileña, contactaron a la Odebrecht, que los rescató. Tanta reverencia e interés de los brasileños por la creación carybeana se debe a la calidad e importancia de su trabajo y al hecho de que pocos artistas plásticos retrataron como él la cultura bahiana.
Pintor, dibujante, escultor, grabador, muralista, periodista, escritor, músico, director de arte en cine, Carybé era un artista multimedia. Investigador de la cultura negra en Brasil, fue también capoeirista –practicante de una danza y lucha afrobrasileña– y Obá de Xangô –ministro del Candomblé, una religión afrobrasileña. Sus obras están esparcidas por plazas, edificios, monumentos, colecciones particulares y museos en todo el mundo, como en el Museum of Modern Art (MoMA), en Nueva York; el Hermitage, en Leningrado, Rusia; el Rade, en Hamburgo, Alemania; y en la colección de la casa real inglesa, en Balmoral Castle Aberdeen, en Escocia.
El crítico Córdova Iturburu, en su libro 80 años de pintura argentina, sitúa a Carybé en el grupo del realismo social, del cual forman parte los artistas Juan Carlos Castagnino, Antonio Berni, Mario Miguel Mollari, entre otros. Pero el propio Carybé rechazó esta clasificación. Contrario a la politización del arte, señaló que sus influencias fueron su hermano Arnaldo Bernabó, Gauguin, Van Gogh, Modigliani y Grosz. Y se declaró volcado hacia los íconos del alma amerindia y mestiza, pero no cree en el arte revolucionario. Son pescadores, vaqueros, capoeiristas, prostitutas, marineros, la gente humilde, los que él inmortaliza en sus creaciones, utilizando técnicas y materiales variados, como óleo sobre tela, concreto, cerámica, madera, tinta, xilograbado, acuarelas y bronce. “Elegí un camino y estoy en él hasta ahora: indio, negro, América del Sur, gente, bichos, luces. Yo nunca quise espantar a nadie”, explica Carybé.
La vida del artista está marcada por la aventura y por la capacidad de entregarse a los significados de las realidades que describe. Nacido en Lanús, en 1911, a los seis meses emigró a Génova y de allí para Fivizzano, tierra de su padre, Enea, en Italia. Vivió en Roma, pero con la crisis de posguerra, los Bernabó fueron a Río de Janeiro, en 1919, donde vivieron una década.
De acuerdo con Solange Bernabó, es de esta vivencia que él asume el sobrenombre de Carybé, nombre de un pez común en Amazonia. El apodo surgió en el club de fútbol Flamengo, donde se aventuró como jugador en las inferiores. En Río concluyó sus estudios secundarios e ingresó en la facultad de Bellas Artes, donde cursó dos años.
Los estudios en la universidad y la experiencia adquirida en el taller de dibujo y cerámica del hermano Arnaldo le dieron bases para comenzar su jornada. En 1929, en plena crisis económica mundial, la familia Bernabó ocupó un departamento en la calle Ugarteche 3050, en Palermo. Trabajó pintando paneles y haciendo serigrafía, mientras planeaba su viaje. Se hizo cantor de tango y panderista en el grupo de la cantante brasileña Carmen Miranda, en la radio Belgrano.
Se dedicó al periodismo, entre 1930 y 1949, y trabajó en los diarios Noticias Gráficas, El Diario, Pregón, Crítica y La Nación, y casi en una decena de revistas, entre ellas Cinegraf, Billiken y Libertad Creadora.
Cuando decidió afincarse en Salvador, en 1950, ya era un artista plástico y periodista reconocido en la Argentina. Había ilustrado una serie de libros, entre ellos una traducción de Julio Cortázar para Robinson Crusoe, del inglés Daniel Defoe.
Cuatro años después recibió el primer premio del XXIX Salón de Acuarelistas y Grabadores, en la galería Witcomb. Creó, con Gertrudis Chale, Luis Preti y Raúl Brié, el Grupo Salta, que reunió a artistas preocupados por el sentimiento latinoamearicano. El Grupo Salta iba a contramano de otros agrupamientos artísticos argentinos, interesados en tendencias europeas en boga. Carybé emprendió, entonces, algunos viajes de estudio al Uruguay, Bolivia, Perú y gran parte del territorio brasileño, donde se inspiró para su obra posterior.
Además, en esta época, se desempeñó como guionista y director de documentales para el Instituto del Cine Argentino. Esa experiencia lo llevó a incursionar, posteriormente en Brasil, en el filme O Cangaceiro, de Lima Barreto, y en otras producciones, como Pesca do Xaréu, junto al cineasta Alexandre Robatto.
De su comportamiento gregario y de las relaciones con artistas e intelectuales brasileños surgió la invitación para ir a Río de Janeiro y fundar el Diário Carioca y, posteriormente, trabajar en el Tribuna da Imprensa. En estos tiempos, se casó con la argentina Nancy Bailey, con quien tuvo dos hijos: Ramiro, que nació en Buenos Aires, y Solange, en Salvador.
Carybé era buen lector y escribía bien. Sus escritos, que incluyen más de una veintena de libros –la mayoría ilustrados–, están salpicados de referencias a Dante Alighieri, Antonio Machado, Federico García Lorca y Pablo Neruda. Tal vez por esa razón, los literatos también lo reverenciaron. El cubano Xesús Lorenzo Varela le escribió “Versos de ciego para un pintor sonoro”, el brasileñoVinicius de Moraes y el español Rafael Alberti escribieron, ambos, “Carybé”, poemas homónimos que destacan los elementos universales de la obra del pintor. Jorge Amado le dedicó una canción de capoeira. Y la literatura le posibilitó dos reencuentros fundamentales con Brasil. El primero fue Macunaíma, libro que intenta descifrar el alma brasileña, de autoría de Mario de Andrade, uno de los pilares del modernismo literario en el país. Carybé se encantó con el libro, intercambió cartas con Mario, lo tradujo junto a Brié y también lo ilustró.
El segundo encuentro le indicaría dónde debería clavar su base existencial, de labor y encontrar dos amistades por el resto de su vida. En 1935, Jorge Amado lanza Jubiabá, su cuarta novela, que es leída en Francia por el etnógrafo y fotógrafo Pierre Verger y, en la Argentina, por Carybé. Años después, los tres se encuentran en Bahía y se hacen amigos inseparables.
Carybé apadrina a la hija de Jorge Amado y pasa a ilustrar los libros del autor bahiano, incluso una reedición de Jubiabá. Es ésta una de las facetas más importantes del trabajo del artista y contempla decenas de libros de autores brasileños y latinoamericanos, como Gabriel García Márquez, Pablo Neruda y Mario Vargas Llosa.
Si Bahía era el atracadero y el sustrato social, la materia prima para sus composiciones artísticas, Brasil se convirtió en el espacio sustancioso para sus obras. Una vez instalado, Carybé, con los artistas Jeenner Augusto, Mario Cravo Junior y Carlos Bastos, transformó profundamente el panorama de las artes plásticas en la provincia, entre las décadas de 50 y 60. Carybé eterniza Bahía con sus trazos y los bahianos lo imortalizan como hijo dilecto, proyectan su nombre para Brasil y el mundo. Por esa razón, ya en 1957, obtiene la ciudadanía brasileña.
Dos hechos explican esta fascinación simbiótica. Cuando la reina de Inglaterra, Elizabeth II, visita Bahía, el gobierno de la provincia elige un cuadro de Carybé como legítima representación del “espíritu de la tierra” para regalarle. En 1988, se construye en San Pablo el Memorial de América Latina. El arquitecto Oscar Niemeyer, que lo proyectó, invita a Carybé para crear murales sobre los pueblos afros, ibéricos y los libertadores.
Su hija Solange lo define como una figura dulce, con buen humor y obsesivo con el trabajo. Se calcula que produjo más de 5 mil obras. “Es este acervo –concluyó la heredera– lo que el Instituto pretende catalogar y difundir, incluso para los argentinos contemporáneos, que conocen poco o casi nada de Carybé. Tal vez con eso ayude a la comprensión del hecho artístico que le dio contornos mitológicos en Brasil”.
Fuente: Crítica Digital
Acá un trailer sobre un documental de su obra y vida con testimonios, además de su acervo en la ciudad de Salvador de Bahía, muy ilustrativo. Disfruten.
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