Por una semana, dos millones de personas convierten a las calles de Bahía en una vibrante pista de baile. Detrás de escena en 'el carnaval mais grande do mundo'. Por: Alba Piotto
Cuerpo a cuerpo, sin espacios; frotamiento de uno contra otro. Sambar, menearse, saltar, pujar, pujar, pujar. El torso desnudo de él, la redondez sensual de ella; lo negro, lo mestizo, lo blanco, el propio y el ajeno, confundidos y abotonados por la presión del pogo, del ritmo, del deseo. Es puro sudor; una vibración que sube por los pies, las piernas, toma la cadera, el pecho, la cabeza; la respiración que es una mezcla de jadeo y cerveza. En medio de la marea de carne y hueso, uno es, apenas, una gota en la excitación colectiva: durante seis noches, acá, no se es sin el otro. No por nada, el Carnaval de Bahía (Brasil) es la fiesta popular más grande del mundo, según el Libro Guinness de los Récords. Y aunque esto suene al típico cliché brasileño –donde todo es o mais grande do mundo – los dos millones de humanos convertidos en masa compacta lo confirman. Las calles sitiadas por el ardor carnavalesco lo dicen. El andar incesante lo devuelve. La música que no cesa lo remueve. Al ponerse el sol, cuando comienza el día. Siempre. Es, sin dudas, la celebración mayor de la alegría en este lugar del planeta. Su momento más democrático, si se quiere, y acaso, genuinamente religioso. Festejo feliz y negro en esencia. Una rave que late atravesada por el candomblé que sembraron los esclavos traídos a esta Salvador de Bahía de Todos los Santos. Advierte el cartel: "Viva el carnaval con mucha vibración positiva. Evite el uso de entorpecentes o alcohol en exceso. Use camisinha (preservativo)". De lo primero, no hay dudas. De lo segundo... ¿hace falta decir que no se cumple? Y lo tercero, habrá que repetirlo como una militancia. Los días caen dorados sobre las curvas del paisaje, suaves, sensuales como su gente, como sus negras gordas, hijas de Oxum, que se pasean altivas por el empedrado del Pelourinho, la parte vieja de la ciudad. Dicen los bahianos que en carnaval el Axé (energía positiva) corre como una bendición a los festejos de quienes participan. Y de esto sabe, y mucho, la cantante Daniela Mercury, bahiana de pura cepa, aquí simplemente "la blanca más negra". Con título nobiliario de reina de esta fiesta popular casi por derecho propio. Ganadora, el año pasado, de un Grammy por su álbum Balé Mulato ao Vivo , con soberano orgullo ríe: "Sí, soy una negra de piel blanca". La Mercury anda festejando los 15 años de la canción que la lanzó al universo de las estrellas musicales: Canto da Cidade . "¿Ustedes lo recuerdan? –pregunta y afina–: A cor dessa cidade sou eu! O canto dessa cidade é meu! Es un canto de afirmación de la gente negra de mi tierra. Y en este carnaval lo dedico al pueblo negro de Brasil", le dice a Viva.
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¿Cuál es el sentido profundo del carnaval para un bahiano?
esa influencia: un cuarto de la población de Brasil y el ochenta por ciento de Bahía es negra. La Avenida Oceánica, que serpentea la costa, es uno de los tres circuitos de la movida del carnaval bahiano. La calle está al bordedel colapso. Por ahí, Daniela Mercury paseará su repertorio durante seis horas, sin parar, arriba de su trío eléctrico Crocodilo: un escenario montado en un camión tan alto como un primer piso. La ruta marca cuatro kilómetros a paso de hombre, seguida de miles de personas que le hacen el aguante. Cada día hay una seguidilla de estos tríos donde pasan artistas locales (Ivete Sangalo, Chiclete com Banana), y las celebridades como Carlinhos Brown o Gilberto Gil, más los músicos invitados. Estos escenarios andantes cuentan con luces, sonido y pantallas, alimentados por generadores de energía que podrían iluminar un pequeño pueblo. Arrriba del suyo, la reina Daniela, a sus 42 años, sobre lleva un desgaste envidiable, en un show de fuerte influencia afro, con bailarinas y músicos.En 2000 puse música electrónica en el trío y fue un shock. Desde entonces, tengo u
n dj para hacer un jam set (improvisación) en la calle. Pero siempre manteniendo los ritmos brasileños, en especial, de la región nordestina y de la samba reggae que es la base de Canto da Cidade. Me gusta mover cabezas, que la gente reflexione sobre lo que hacemos, si es algo bello, si tiene poesía. Y la oportunidad para dialogar con mi gente es el carnaval. Miles de personas se arremolinan en los tríos eléctricos, con sus abadás (camisetas identificatorias de cada uno), por las que pagaron algunos cientos de dólares. A cambio, el desenfreno se desata adentro de una suerte de corralito protegido por personal de seguridad. Todos los tríos tienen este sistema, salvo el de Gilberto Gil, el ministro cantor, que avanza en medio de la muchedumbre que le rodea el camión. Con movimientos estertóreos, propios de una rave tecno, Davide Cimino, un italiano de 35 años, parece poseído por una vibra desconocida: "Esto es diversión en estado puro", ríe, exaltado. Otra que se calzó la camiseta de un bloco (grupo) es Macarena Nieto, 27 años, de Madrid: "Siempre vi por televisión el carnaval de Río, pero éste me parece más popular. Ver a los artistas junto a su gente causa mucha emoción". Tiempos tecnológicos, al fin, la bahiana Mercury comparte el backstage del carnaval, en un blog que abrió en el sitio Badoo (http://www.danielamercury.badoo.com/).







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